🖋 29 minutos
Este es un cuento cortito que escribí hace muchos años, y a quien se lo he mostrado desde entonces, le ha gustado. Ojala sea de su agrado.
29 minutos
Alain Salomón Sánchez Téllez
- ¿Te invitó a salir?
- ¡Guau, qué envidia!
Isabel Lozano estaba radiante y lo comentaba con sus amigas. Finalmente había conseguido ser invitada a cenar por Gregorio Padua, el director de operaciones. Fuerte, enérgico, musculoso, de tez bronceada, ojos verdes, lentes de oro, era el soltero más codiciado de todo el cuerpo directivo.
No estaba casado, pero sabía de dos o tres ejecutivas (ella era gerente de una marca de lociones) que, si bien no renegaban de sus dotes de amante, si lo catalogaban como 'especial' al hacer el amor. El término especial no significaba extraordinario, sino un atributo que resultaba un tanto molesto.
- ¿Gay? -preguntaba con preocupación.
- No, otra cosa.
- ¿Qué?
- Ya lo sabrás, querida -era la respuesta intrigante.
Obsesivo por los números, no paró de hablar de sus logros, pero lo hacía con tanta gracia y precisión, que Isabel no lo interrumpió. Se sentía cautivada por esa mirada, por esos bíceps, esa mirada aguda, y como decían en la oficina, por esas 'nalguitas paraditas'.
Ella no iba a permitir que aquello fuera sólo una cena, y fue llevando las cosas (o creyó que así había sido) hasta la cama.
Antes de iniciar ‘la tarea’, él se quitó el reloj, pulsó una tecla y el aparato hizo dos veces bip.
- ¿Y eso? le preguntó ella mientras le mordía una oreja.
- Una alarma.
Ella supuso que él dormiría con ella y temprano se despertaría. Esa noche, él fue un excelente amante; súbitamente sonó la alarma y Gregorio de un manotazo la apagó al tiempo que decía:
- Ahora me toca hacerlo a mí -y explotó con toda su potencia viril.
Después, cuando ambos recuperaron el aliento, ella le preguntó:
- ¿Por qué sonó la alarmita?
- No es una alarma, en realidad en un reminder.
- ¿Qué es eso?
- Verás: Uno de los secretos de don Juan era la resistencia o aguante. Las mujeres aguantan más que los hombres, y les gusta que su pareja mantenga su potencia varios minutos. Según un estudio, las mujeres necesitan al menos 28 minutos para satisfacerse, de modo que pongo mi reminder en 29 minutos. Es como un indicador de desempeño. Si yo termino antes, tengo un 90% de probabilidades de no ser considerado como un amante de clase mundial.
- ¿Amante de clase mundial? ¿Qué es eso? -Isabel estaba entre sorprendida y divertida.
- Aprenderás a gustar de este aparatito -le dijo Gregorio mientras tomaba su reloj y comenzaba a vestirse.
En las siguientes ocasiones, Gregorio aumentó dos minutos en cada ocasión, satisfaciéndola plenamente, pero a la cuarta el sonido empezó a caerle mal, porque a pesar de ser un gran amante, ella lo sentía más preocupado por su alarma (y, por lo tanto, en alcanzar su meta de desempeño, es decir, primero cumplía con su ego) que por su placer.
En la siguiente cita, Isabel puso una condición:
- Deja tu alarma apagada, fuera de la habitación.
Él accedió.
Cuando terminaron, recostados, ella le dijo:
- ¿Ya ves? Mejor así, sin el sonidito.
- Sin sonido, pero no sin tiempo.
- ¿Cómo?
- Pues medí el tiempo con tu despertador.
- ¡No es cierto!
- Si, 34 minutos, igual que la vez pasada.
- Eres un pesado.
- Oye, yo no te critico, y parece que esto es a tu favor. ¿O quieres un mal amante, que a los cinco minutos pida receso?
- No, claro que no, pero no me gusta. Esto debe ser espontáneo, así, sin tiempos ni planes, mucho menos 'indicadores de desempeño'.
- Cada quién a su modo, ¿no Isabel? -y salió de la habitación.
La siguiente ocasión, en quince días, fue un mal amante, porque ella se encargó de que no hubiera forma de medir el tiempo, de modo que él ni siquiera completó la faena. Gregorio estaba confundido, como un bailarín sin música, desconcentrado, o trataba de concentrarse en algún ruido repetitivo que le diera una pista del tiempo transcurrido, pero no encontró ninguno. Él le reprochó haberlo saboteado, le dijo que lo quería exhibir igual que 'muchas otras amantes que he tenido en mi vida'.
Por supuesto, tras eso, la relación se enfrió. Ella lo veía en la oficina, pero se portaba muy distante. Se acordó de las palabras de sus amigas: Bueno, pero especial.
Semanas más tarde, ella se enteró de que Gregorio salía con alguien más. Sin duda, él era un don Juan, el soltero más codiciado del cuerpo directivo, y por lo visto disfrutando intensamente su soltería. Esa noche, en su casa, ella puso la televisión en un canal para adultos, y tomó el tiempo que duraba una pareja. Quizás llegaban a los 34 minutos que había durado con ella, aunque cabía la posibilidad de que fueran tomas editadas, desde varios ángulos, o que en algunos momentos los actores tomaran un receso. Ni hablar, bueno, muy bueno, pero especial.
Al irse a acostar, se preguntó si esa noche Gregorio y como quiera que se llamara la afortunada, habrían hecho lo mismo que ella en su primera cita. También se preguntó si él habría programado su alarmita para los 29 minutos de arranque.
- Pensándolo bien, no es tan mala idea... -y se rió de su ocurrencia.
Era chocante la alarmita, pero así, pensando en términos ejecutivos, era bueno saber cuando se había cumplido con el objetivo. Ciertamente, las mujeres exigían un buen amante, ¿y cómo saber si lo era, si no midiendo el desempeño? Claro que se podían establecer comparaciones, pero era algo más chocante.
La siguiente vez que tuviera un amante, se dijo Isabel, ella misma mediría el tiempo, el desempeño. Incluso le pediría que aguantara los 29 minutos de ley. Ella exigiría sus 28 minutos de estadística mundial, claro que lo haría. Aunque podía hacer excepciones con los amantes creativos, y soltó una sonora carcajada, entre pícara y envidiosa.
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